Me enviaron esta foto y con ella venía un mensaje inherente que decía ¿te vienes a conocer la ciudad?, quien hubiera dicho «no» que levante la mano.
Así que sin pensarlo mucho, otra vez me veo volando hacia Alemania, esta vez a Frankfurt.
Es la segunda vez que viajo a este país y es la segunda vez que lo hago de la mano de alguien que conoce la zona. Así se hace mucho más llevadero el estar en una ciudad donde el idioma se torna realmente difícil, sobre todo para las personas que nos cuesta eso de las lenguas (sí, las hay y yo soy una de ellas).
Frankfurt, ahí llego, y allí está esperándome en el aeropuerto Carmen, la persona que ha organizado toda mi estancia y la que me enseñará toda esa ciudad.
Una vez más me llama la atención, como así lo hizo el reclamo de la foto, el que haya bicis por todas partes enganchadas con sus candados.
A la que sales de España, las bicicletas juegan un importante papel en el decorado urbano. Sin embargo, algo contrasta con la cantidad de bicis aparcadas, y es que, apenas se ven ciclistas pedaleando. No me preguntéis porqué, pero me llamó la atención que los carriles bici y sus usuarios me pasaron desapercibidos… aunque no es de extrañar, durante la visita iba prácticamente mirando de hombros hacia arriba, la variedad de los edificios, construidos en tan diversas épocas, hacen que apenas puedas bajar la vista.
Frankfurt del Meno… es el río que cruza transversal de este a oeste por Alemania, conectado al Danubio y que vierte sus aguas al Rin… los barcos de transporte, de un largo interminable, pasan por debajo de los puentes de la ciudad… un espectáculo que sobre esas aguas, invita a la relajación.
Pasamos dos días caminando sin prisas, visitando las calles y plazas más emblemáticas, desde Opernplatz, donde se encuentra el antiguo edificio de la ópera que aún funciona como tal,
pasando por el centro financiero de Europa con su banco central, con sus contrastes…
Visitando la Iglesia protestante de San Pablo, Paulskirche, siendo actualmente un centro de exposiciones y eventos.
O la catedral católica de San Bartolomé, Dom Sankt Bartholomäus, donde casualmente coincidimos con el ensayo de una música tocada por un dúo de guitarra y laúd, mereció estar allí un buen rato.
O la plaza del antiguo ayuntamiento, sitio de lo más bonito, con esos edificios tan típicos de cuentos, sus tejados picudos, la fachada plana del edificio más importante con los detalles de sus pequeñas figuras… ¡la de historias que deben de haber visto desde su posición privilegiada!
También la calle Berger, interminable, la más larga de Frankfurt. Su fisonomía va cambiando conforme avanzas, es conocida por sus comercios y sitios donde poder comer, aunque a mí me pareció muy tranquila, estupenda para dar un paseo en silencio y reconciliador de lo urbano.
Pero si queréis saber más no dudéis en pasaros por esta web y llegado el caso, poneros en contacto con Carmen, estará encantada de atenderos; personalmente estuve muy tranquila de contar con su apoyo y organización para la visita, una visita totalmente adaptada a mis expectativas y gustos.
Se me quedan muchas cosas en el tintero, como que me cantaran de forma improvisada el cumpleaños feliz, ¡en medio de una fiesta con orquesta, en alemán, y todos a una, por supuesto!
Seguimos disfrutando 🙂