Excelente. Es la primera palabra que me surge después de haber estado en el curso que ofrecían estas chicas de Girls Bike Weekend en La Poma Bike Park.
Estaba al tanto de la posibilidad de aprender por fin a dar saltos, siiiii, hay muchas cosas que aprender todavía. Así que cuando ví el anuncio me apunté. Como siempre, un gran grupo de chicas de todas las edades dispuestas a sobrepasar lo que creían sus límites, nos dimos cita allí.
El sitio es ideal, lo ponen bastante fácil para ir quitándote los miedos poco a poco. Tras las indicaciones de Elisabeth y los chicos de The Bike Village, sólo era cuestión de ponerse a practicar… sólo, jeje.
Muy buena recepción al llegar, buen ambiente, cordial desayuno y comida, buena compañía, al finalizar risas, regalos, en definitiva, ganas en las cosas que se hacen y corazón, y el trabajo de muchos años, tiempo y dedicación es lo que demuestran las quedadas de Girls Bike Weekend.
Es largo y tedioso tener que escribir esto, pero si no hablo reviento. Lo siento chicas, pero me pareció muy feo.
Pensaba ir a Bilbao en Octubre, así que, como otras veces hago, busqué alguna posible quedada para coincidir y hacer una de las cosas que más me gustan, disfrutar de la naturaleza con mi bici. MTBAndreak habían publicado por el facebook su quedada, me puse en contacto con ellas por mail, como indicaban en la misma… después de dos días sin respuesta (me vino una intuición…) las avisé por messenger, y !bravo!, con mucha ilusión y pocas palabras me dijeron que sí, que me llevara la bici.
Y ahí estaba yo, en Bilbao con mi bici.
Sin comunicarme con ellas en varios días, el día anterior las avisé… mañana a tal hora en tal sitio, ¿no? (no sé por qué tardo tanto en hacerle caso a mi intuición). No obtuve respuesta. Pero yo, con mis dos pares de ruedas, allí que me fuí, al punto de quedada a la hora exacta… por supuesto, no apareció nadie, nadie.
Les volví a escribir, y muy cortesmente les dije que había estado allí… no me contestaron, hasta que por instagram ví que habían puesto fotos de la quedada. Así que les mandé captura y les volví a escribir, esta vez un poco más perpleja, si cabía aún.
Así conseguí que me dieran una explicación, la persona que se puso en contacto conmigo le habia surgido un imprevisto y avisó a todo el mundo que se subieran al tren, cada una en su parada y «vieran a ver» si yo me subía en la estación de la quedada… a mí no me pudo avisar porque no tiene facebook en el móvil, además de recalcarme que era por mail por donde se apuntaba la gente… eso terminó de cabrearme del todo, ¿perdona?, ¡si fue por mail por donde contacté con vosotras y jamás me contestasteis por ahí! ¡fue todo por el facebook!… y ¿qué móvil actualmente es el que no tiene mail para poder contactar?.
En fin, vete tú a saber el porqué se dan estas situaciones, pero desde luego, fué una experiencia desagradable, algo que no me había ocurrido nunca con ningún grupo en los casi treinta años que llevo pedaleando por la montaña.
Subiendo a Sant Antoni, justo al comienzo, me dispongo a adelantar a un hombre que subía también en bici, le acababa de adelantar otro que iba ANDANDO… justo cuando le alcanzo, lo típoco, le saludo, me mira y dice: ahí va! también tú me vas a adelantar??
Mis pensamientos se disparan WTF!!!???
Pero simplemente le contesto: hombre, no te preocupes (silencio). Queda poco, lo peor está al principio (no sé para qué hablo).
Y entonces empieza una retahíla de frases que no sé si se suceden en orden o no justificándose de no se sabe qué: yo es que noquiero apretar más, que a mi edad no estoy para recalentones (no le pregunto la edad por si acaso). Sí, a mí me vas a decir, la peor es la siguiente curva, si subo por aquí todos los días (WTF!! de nuevo). Pero hay subidas mucho más malas que esta… (ah! si??)
En fin, a todo esto que nos adelanta un «pro» y digo: ¡Mira! ¡Vamos a seguir a ese! ¡Que además va haciendo series! (un poco de humor sarcástico, por favor).
Ahí ya el caballero se quedó callado después de una pequeña especie de gruñido/gemido extraño…
Y me pregunto yo, después de adelantarle el que iba andando (hombre), después de adelantarnos el «pro» (hombre), después de adelantarnos otro que llevaba equipación de Alcañiz (hombre), ¿porqué le molestó tanto que yo le adelantara para soltar esa frase tan despreciativa?.
¿Por qué no iba a poder adelantar a una persona que si no pesaba 120 kilos cerca estaría, con un barrigón de justicia, con una bici casi de paseo (peor que la mía), y con un calor que eso sí, nos afectaba a los dos por igual?
Pasan los años y no siempre una se acostumbra a seguir oyendo frases así.
Verborreas mentales inconscientes del patriarcado cada vez más en desuso, o ¡yo qué sé!
Y como siempre, seguí mi camino, hoy por los senderos que estaban tras las lluvias con la tierra apelmazada y húmeda, pero la roca ya seca, perfectos para el agarre ¡pisaras donde pisaras!
El último fin de semana de junio me trasladé hasta La Massana, en Andorra, para asistir al encuentro que convocan las chicas de Girls Bike Weekend.
No sé por dónde empezar a contaros. Era la primera vez que iba a un Bike Park, lo que más me motivaba es que ¡no hay que subir pedaleando! No, fuera bromas, lo miraras por donde lo miraras había que probar la experiencia. Un Bike Park, quedada convocada por y para mujeres que realizan descenso y enduro, cursos de iniciación, hotel, barbacoa, regalos y sorpresas, todo junto y a muy buen precio. Ni en bandeja.
Así que allí me presenté. En plena ola de calor; el coche marcaba hasta 42 grados, pero todo «desapareció» una vez allí, no porque no hiciera calor, que hacía bastante, si no porque la emoción y la novedad no dejaron paso a nada que pudiera entorpecer el momento.
Desde el primer instante la atención de la organización fué excelente, desde que te apuntas, con todas mis dudas (no sé cuántos correos electrónicos les mandé), todas contestadas y solucionadas, hasta el último día, con la despedida a la que no pude quedarme por falta de tiempo, debía regresar esa misma noche.
Había curso de iniciación, y varios grupos organizados paralelamente dependiendo de los diferentes niveles de destreza sobre la bici, cada uno con dos o más guias, abriendo, cerrando el grupo. No te sentías sola en ningún momento.
El ambiente fué agradable y acogedor, después de llevarte por todo el Bike Park (según nivel) había horario libre… y ahí fué la guinda del pastel. Primero me acoplé a un grupito con la guía que había tenido por la mañana, y al día siguiente, ya con el primer miedo a lo desconocido más controlado, llegó lo mejor, gracias a mi compañera de habitación, «Ali», y sus amigas, incansables, que resultaron ser ¡las embajadoras de LIV!, me enseñaron de forma un poco más ligera/rápida algún que otro camino nuevo… De diez. Mi intención cumplida: ¡probar una pista roja! (las negras estaban cerradas… para la próxima, jajjaj).
Por último decir que el dinero que sacaron de los recuerdos que se podían comprar fué destinado a la Fundación MSD-Síndrome Múltiple de Sulfactasa, causa a la que se sumó la estación de Vallnord incorporando el mismo importe para ello.
Y cómo no, dar gracias a todos los colaboradores que hacen posible en su conjunto eventos de este tipo.
En estos tiempos en que viajar empieza a ser algo normalizado, donde se buscan destinos cada vez más exóticos, lejanos, curiosos, paradisíacos, aventureros, históricos, escondidos, sin renombre, con tradición; cualquier lugar es bueno para ir, estar, ver, mirar, observar, descansar, o aventurarse a comprender… yo elegí Perú, esta vez y desde hace mucho.
¿Porqué Perú?, os parecerá extraño, aunque quizá no tanto como a mí.
Empecé a ir al colegio a la edad de cuatro años. Mi profesora era una monjita muy cariñosa, de cuerpo pequeño, delgada, poquita cosa. La recuerdo de cierta edad, pero igual sólo tenía treinta, vete tú a saber. Para final de curso nos preparó un baile con música de «El Cóndor Pasa», íbamos todas vestidas con atuendos indios, los típicos que vemos aquí, un sol dorado grande en el pecho, con arcos y flechas, y una cinta con plumas en el pelo. A mí me encantó todo aquello. Y es que la monja se iba de ayuda humanitaria a alguna aldea con los niños de Perú y ese era su último año en el colegio, de ahí esa despedida con esa música.
Y puede ser que así, de esa forma, se me quedara grabado en el inconsciente lo de «Perú», todo me pareció mágico, y me dije: algún día iré a ese país.
Y como dicen que los sueños se cumplen, 2017, por fin el destino deseado.
Mi idea principal era visitar Machupicchu, pasear por la ciudadela de los Incas escondida entre las montañas de los Andes, subir a Waynapicchu, y visitar el Templo de La Luna. Por eso me aseguré las entradas desde España, y el viaje hasta Aguascalientes desde Cusco en el tren de Perurail, el único en el que pueden ir los turistas hasta allí. El resto sería visitar el Valle Sagrado desde Ollantaytambo hasta Cusco, ya veríamos a ver cómo, y si quedaba tiempo, acercarme al lago Titicaca.
Me habían comentado que encontrar billete de tren en temporada alta se hacía dificultoso y la entrada para subir a la montaña Wainapicchu también.
Es una montaña que tiene el acceso limitado, sólo cierto número de personas pueden subir al día. Cuando entras firmas la hora de entrada, tienen calculado lo que te puede costar en tiempo cada recorrido… a la salida, vuelves a firmar con el horario de salida que realizas. Y ¿qué decir del recorrido?, simplemente espectacular. Los Incas o quien quiera que fuera que empezara a construir aquello, estaban… ¿¡? no encuentro la palabra.
La subida es dura, escalones en ocasiones enormes, sendero que se reducía a lo mínimo, y al lado el acantilado, y subiendo, y subiendo. Construcciones que en ocasiones se confundían con la propia roca.
Pero merecía la pena cada paso que se daba…
En medio de esa inmensidad de naturaleza, que parece que te acoge, que se brinda a que la descubras, que se mantiene firme en su grandiosidad, que te hace sentir parte de todo y tan diminuta entre todo aquello… y siempre alerta, entre esa tranquilidad aparente…
Sigo sin tener palabras. Me deslicé por mi sueño casi sin ser consciente. Estaba allí, entre el turismo, como una turista más, Perú se había convertido en realidad.
Un día, la entrada es para un sólo día, puedes entrar y salir hasta tres veces (dentro de la ciudadela no se puede comer)… así que, entré y salí las tres veces, desde las ocho de la mañana en que conseguimos entrar, hasta las cinco de la tarde (anochecía sobre las 17:30, hora límite de visita)… estaba contenta, maravillada y un poco exhausta. Tenía que descansar y la paz me invadía.
¿Y el soroche o mal de altura? Recuerdo ver cómo se desplomaba a la entrada de Qorikancha o Templo del Sol en Cusco, una chica a escasos metros de donde yo me encontraba, con los ojos en blanco, incapaz de mantenerse en pie más tiempo. Rápidamente sacaron una silla de ruedas y se la llevaron… Yo estuve un par de días aclimatándome, Cusco está más alto que el pico Wainapicchu, las subidas de las callejuelas de la ciudad se hacía muy empinadas, las respiración parecía no dar a basto… bebí mucha agua, mezclada con mate de coca, y chocolate que también parecía ir bien, algún ligerísimo mareo, pero nada más… aún faltaba el lago Titicaca.
La bandera oficial de Cusco, siguiendo sus antiguas tradiciones de veneración al Arco Iris.
Después de visitar el Valle Sagrado, me dirigí al lago Titicaca en autobús. Una vez en Puno, por las noches sí me costaba dormir, me despertaba de repente como con falta de oxígeno. En la isla Taquile estuvimos a 4.950 metros de altura. Impresionante.
Y así es como un simple hecho de la niñez, pasa a ser un deseo adulto.
Lo primero que sentí al realizarlo fue libertad, pero una libertad extraña, fue una libertad como de decir: ya está, ya lo he hecho, ahora ya puedo hacer lo que quiera. Y así es como mi cupo de deseos quedó vacío, sin necesidades, sin un «me gustaría», sin un «tengo que hacer esto antes». Ya no hay una fijación en mi interior que me haga estar esperando lo que yo quiero.
Soy libre, así que, ¿dónde voy ahora?, estoy en tiempo de elegir.
¿Y sobre bicis? En el Valle Sagrado me encontré con tours que ofrecían realizar recorridos entre aquellas montañas, llevaban bicicletas de montaña bastante bien equipadas 😉
Estupenda jornada la que nos prepararon Bttrail Socarrats Forcall. La fiesta para ellos ya empezó el sábado, con las pruebas por montaña corriendo. A nosotros nos esperaba un domingo de disfrute y paisajes exuberantes sobre la bici.
Desde el principio, la organización estuvo en todo momento al tanto de que cualquier detalle estuviera bien y correcto. Antes de apuntarme ya me puse en contacto con ellos haciéndoles una serie de preguntas a las cuales contestaron prácticamente de inmediato y con toda claridad.
Había quedado allí con gente amiga, que hizo que el día fuera de lo mejor que puede dar un domingo.
61 Km, ahora no me lo creo. Hacía mucho tiempo que no me animaba a hacer una ruta larga con más gente en «ambiente competitivo». Tenía mis dudas de que pudiera acabarla, de hecho, dentro de la buena organización, daban la posibilidad de realizar la corta, 37 Km, en el caso de que tus piernas o tu mente no dieran para más, pues las dos se dividían a escasos metros de la meta… al llegar me lo pensé, pero sin darle tiempo a mi mente para más, giré hacia la larga.
La zona de por sí es un aliciente bastante poderoso, y la organización se ocupó de que nos quedara claro. Caminos que hacen las delicias de cualquier ciclista de montaña, con vistas espectaculares de la Sierra del Maestrazgo, enclavados en la comarca de Els Ports, que se mezcla en un horizonte que no acaba… río, sendas, piedra, subidas interminables y duras, muy duras, bajadas vertiginosas para el deleite y el refresco.
La marcha estaba en general muy bien señalizada, cosa de agradecer para las personas que tendemos a perdernos con facilidad. Multitud de avituallamientos atendidos por la misma gente del pueblo, gente de todas las edades, volcada por completo por el acontecimiento deportivo. A lo largo del camino te ibas encontrando grupos de gente animando, en cualquier rincón, en cualquier curva, por los senderos… increíble.
Y los trofeos no podían desentonar, de lo más trabajado que he visto en mucho tiempo, ahí se notaba la dedicación que le han puesto para que todo saliera lo mejor posible.
¡Ah! Y sorteo de regalos entre los participantes, sin olvidar el regalo añadido a los ganadores de las diferentes etapas.
En su primera edición, un 10 para Bttrail Socarrats Forcall, y para todo el pueblo, por haberse volcado en ese proyecto deportivo de esta forma tan increíble.
La abundante oferta de eventos deportivos hace que se terminen solapando en fechas, así que elegí quedarme en terreno conocido y pedalear con mi «Passion Red».
Las características de la marcha me gustaron porque entre ellas especificaba que era no competitiva. Es el segundo año que la realizo. En cuanto a la calidad de la organización prefiero no comentar mucho, muchos aspectos a mejorar… sólo un apunte que no puedo dejar pasar, sí, quizá el orgullo como mujer me hace no poder callar, y es que desde la organización, cuando ya estábamos en el local donde comeríamos, un personaje me pregunta: «¿te ha ido bien?», y yo: «sí», personaje: «¿¿y no te has caído??», a lo que yo contesto: «nnoooo, ¿acaso lo esperabas?» (miradas, sonrisitas, silencio extraño…), aunque finalmente todo queda en dato anecdótico (era la única mujer que se había apuntado a ese circuito, el «cañero», de entre los cuatro que ofertaban… les falta acostumbrarse a vernos, supongo).
Este señor quizá lo que no sabe es que son los terrenos por los que suelo moverme, y caerse se puede caer cualquiera en cualquier momento, afortunadamente, no fue mi caso.
Pero a lo que iba. Jornada espectacular como siempre por la compañía. Estas reuniones deportivas suelen traer en la mayoría de ocasiones aspectos positivos. En este caso me sirvió para conocer personas con las que comparto la pertenencia a un mismo club deportivo y con las cuales aún no había coincidido. Charla agradable, temáticas comunes, ilusiones, pasiones, un poco de fideuá para aderezar y una sensación agradable por haber elegido ese día para pedalear por la sierra que ya conozco, y ¡no haberme caído!
Por cierto, ¿alguien ha descubierto el porqué del título de este escrito? 😉
Son las 00:00 y me dispongo a escribir. Las cosas nunca tienen nada de particular si una no quiere, pero después de haber estado allí en diciembre y ver a la gente en bicicleta a dos grados bajo cero al medio día, circulando de aquí para allá, incluso algunos ¡sin guantes!, cuando a mí se me helaban las manos por el simple hecho de hacer una foto… y es que las bicis seguían aparcadas para usarlas en cualquier momento, hacia frío, sí, pero daba igual, así es, sin más.
Es como si de repente abrieras una puerta y te dieras cuenta que hay múltiples habitaciones por donde poder transitar y cada una te contara una cosa diferente, como en la Casa de Goethe, con el cuarto azul, o la habitación «Pekín», o la sala de la música, o la biblioteca, o la de las marionetas… y esto me recuerda algo que escribí hace un tiempo, cuando me pasaron unas fotos de unas puertas y me dijeron: escribe algo. Y de esa manera, me puse a escribir sobre la curiosidad de las puertas de mi infancia
Hay puertas que a veces llaman la atención… Me tocó nacer en una gran ciudad, mis padres habían migrado en busca de «mejores oportunidades», así que como muchas familias hacían, llegaban las vacaciones de colegio y volvíamos al pueblo, con los tíos, primos y abuelos (quien los tuviera).
Y una de las cosas que me llamaban la atención, era la forma en que mi tía hacia uso de la puerta de su casa.
La puerta. Fueras cuando fueras, la puerta de su casa siempre estaba abierta, y no en sentido figurado, no, siempre estaba literalmente abierta. Era esa típica casa de planta baja que da a dos calles, donde podías encontrar reunida a parte de la familia, no toda, porque éramos muchos… aunque, en ocasiones la encontrabas vacía y llegabas a una de las puertas, y chillabas: -¿hooolaaaa?- y entrabas, y no había nadie, y la atravesabas… y nadie… mi tía se había ido a comprar el pan, o la leche… incluso a veces oías a alguien duchándose en el baño…. y silenciosa te ibas, un poco con vergüenza, para no molestar.
Otra de las puertas que también estaba siempre abierta era la de un tercer piso, mis otros tíos (o segundos padres, también…). Subías las escaleras, sin ascensor, y cuando los escalones iban desapareciendo, poco a poco iba apareciendo la puerta, esperando con sus alas abiertas…
Lo cierto es que no eran puertas especialmente bonitas en su estética, pero sí en su significado. Puertas abiertas.
Ahora es difícil dejar las puertas abiertas e irte, aún en los pueblos; atrévete, a ver qué pasa…
Las puertas son tratadas como dimensiones de nuestro propio ser. «Cuando una puerta se cierra…», de ahí los refranes. Reflejan la cultura, la posición, lo que quieres aparentar, el gusto por la estética, las costumbres… dan a entender, quizás, lo que quieres guardar, lo que hay detrás, lo que escondes o quieres ofrecer… Son llamativas, sencillas, majestuosas, insinuantes, sobrias…
Pero siempre, siempre, son el umbral a otra estancia, a otra dimensión.
A mi siempre me ha gustado tener las puertas o bien abiertas, o bien cerradas…
Ahora aprendo a dejarla entreabierta, por si alguna vez, en algún momento, con un pequeño empujón, te apetece abrirla del todo… y entrar…
No os perdáis los mercadillos navideños si vais por Frankfurt en diciembre. Una buena forma de calentarse es con el Glühwein, o vino caliente… por cierto, hasta en las tazas del vino, aparece la pasión por las bicis 😉
Y un día, mientras realizas tu vuelta en bici como de costumbre, en esa época en la que estás sin trabajo y en búsqueda activa de empleo, pero hay tiempo, mucho tiempo para poder rodar caminos y airearse, y pensar, y dejar de hacerlo mientras se suda, ese día en el que tras estar sumida y subida en tus pensamientos y sobre la bicicleta, cuando vas ya de vuelta de tu ruta y de casi todo, ese día, te cruzas de repente con otra persona en un camino estrecho, y entonces con alegría te saluda y piensas: «¡mira! otra mujer en bici de montaña…». Pero no te da tiempo a reaccionar, pero te quedas con la propaganda del culot, y entonces cuando reaccionas, vas y preguntas y buscas y entonces… encuentras.
Más o menos así conocí a esta gran persona, como su saludo, alegre, positiva, familiar, desprendida… Y así encontré.
Y hoy volvemos a pasear, mientras sudamos y hablamos y pensamos y reímos…
¡Gracias Ana por los paseos y por las cenas con tu familia!
Hay gente que me pregunta, ¿y mandar una foto de una bici común en cualquier lugar, así sin más?. Esta pregunta me hizo pensar en el «microcosmos». Supongo que no trato de plasmar grandes hazañas, ni retos increíbles, ni proyectos con objetivos gigantes que se vislumbran en la lejanía que nos hacen pensar realmente en un mundo nuevo, espectacular, maravilloso, siempre brillante. No, se trata del «microcosmos», lo pequeño y sutil que se refleja en la foto, ese instante mismo en que la persona decide tomarla. Los pensamientos, la situación, las circunstancias, el desencadenante, para cruzarte con esa bici común en cualquier parte y dejarla inscrita en ese instante fotográfico. Los estímulos para hacerlo, las emociones que produce. Cada una de ellas conlleva detrás una historia, como cuando me mandaron aquella de aquellas merecidas vacaciones, con rotura de pie incluida, o como ésta otra que me enviaron, mientras me contaban que habían conocido a un hombre de Alepo, con un buen trabajo, coche, casa… y ahora emigrante y sin ningún recurso después de haberlo perdido todo tras los bombardeos.
Hay otras que han sido descritas por sus autoras y autores, con palabras, explicando entornos que no son los habituales en los que vivimos por aquí, otras culturas, otras gentes, otras formas de universo.
No es la bici en sí, no es la «virtuosidad» en su ejecución, es el sentimiento que se deja traslucir en la luz que acompaña la composición y que emociona.
Y a partir de ahí, que cada cual interprete según gustos.
Os habéis fijado en la tonalidad de esta fotografía, no os olvidéis de la reja 😉