Hay gente que me pregunta, ¿y mandar una foto de una bici común en cualquier lugar, así sin más?. Esta pregunta me hizo pensar en el «microcosmos». Supongo que no trato de plasmar grandes hazañas, ni retos increíbles, ni proyectos con objetivos gigantes que se vislumbran en la lejanía que nos hacen pensar realmente en un mundo nuevo, espectacular, maravilloso, siempre brillante. No, se trata del «microcosmos», lo pequeño y sutil que se refleja en la foto, ese instante mismo en que la persona decide tomarla. Los pensamientos, la situación, las circunstancias, el desencadenante, para cruzarte con esa bici común en cualquier parte y dejarla inscrita en ese instante fotográfico. Los estímulos para hacerlo, las emociones que produce. Cada una de ellas conlleva detrás una historia, como cuando me mandaron aquella de aquellas merecidas vacaciones, con rotura de pie incluida, o como ésta otra que me enviaron, mientras me contaban que habían conocido a un hombre de Alepo, con un buen trabajo, coche, casa… y ahora emigrante y sin ningún recurso después de haberlo perdido todo tras los bombardeos.
Hay otras que han sido descritas por sus autoras y autores, con palabras, explicando entornos que no son los habituales en los que vivimos por aquí, otras culturas, otras gentes, otras formas de universo.
No es la bici en sí, no es la «virtuosidad» en su ejecución, es el sentimiento que se deja traslucir en la luz que acompaña la composición y que emociona.
Y a partir de ahí, que cada cual interprete según gustos.
Os habéis fijado en la tonalidad de esta fotografía, no os olvidéis de la reja 😉
Seguimos y seguimos…
Seguimos disfrutando 🙂